¿Loco yo?

  El otro día me levante sudando frío, había tenido un sueño horrible, pero en el sueño todo lo veía borroso, no me acordaba bien de lo que se trataba, solo recordaba una sombra que parecía mirarme fijamente.
   
   Salí al trabajo algo acojonado porque ya iban tres días seguidos que llegaba tarde y mi jefe me tenía de sopita en la oficina. Al principio le aceptaba la joda, pero últimamente iba muy en serio la vaina y de pana que ya no me la iba a calar más. Cuando llegué al trabajo, no faltó el carajo echándome bromas de todo tipo, estaba más intenso que nunca, era como si él quisiera que me molestara y en un arranque de arrechera hiciera que me despidieran. Cuando por fin terminó la jornada laboral, el jefe me pidió que me quedara una media hora más para arreglar unos documentos. Con una tremenda cara de culo acepte, sé que el disfrutaba eso, podía habérselo pedido a cualquiera.

   Ya era de noche, debían de ser las siete, cuando me fui corriendo hacia la parada del metrobús para volver mi casa, pero pase tremenda arrechera cuando el conductor me trancó la puerta en la cara antes de irse; y no fui el único a quien dejó, casi al mismo tiempo que yo llegaron una señora con su nieta, y una joven que me pareció de lo más hermosa.

    Mientras esperábamos el metro, la joven y yo éramos los primeros de la fila, seguido de la mujer que tenía a su nieta, luego llegaron algunos hombres y una que otra señora mayor. Durante la -larga- espera, la joven me echaba miradas como diciéndome: ¨Coño, qué bolas con esta gente. Qué cagada, ¿Verdad?¨. Cargaba un bolso de esos que solo tienen una tira, y se usan de lado, de color gris, con letras blancas, negras y rojas, tenía el pelo negro y liso, era muy muy flaca, y no tenía rastros de maquillaje en el rostro, pero se notaba que era una de esas mujeres a quienes el no tener maquillaje puesto, de alguna manera más bien les favorece.

    Con un poco de retraso, llegó el metrobús, ya debíamos de ser 20 o 30 personas en la cola para ese momento, y justo antes de que lo divisáramos a la esquina, llego trotando un joven con audífonos y mochila azul. Supuse que sería el último pasajero, ¨qué bueno¨ - me dije a mi mismo - ¨al menos no iremos apretados¨.
Y en efecto no íbamos para nada apretujados puesto que muy poca gente estaba subida en el transporte.

    Pero casi antes de que nos fuésemos, cuando solo faltaba el joven de los audífonos para subirse, llegó un hombre corriendo con mucho apuro, llevaba un bolso de oficina como el que yo tenía, pero a diferencia de lo que pasó conmigo, a este hombre no lo dejaron, cosa que -aunque suene un poco ridículo-, hizo que me molestara mucho, supongo que simplemente estaba de mal humor, traté de no pensar en ello, necesitaba despejar mi mente, todo me estaba molestando.

     Se termina de subir el hombre y el metrobús arranca, pasa un rato, empieza a llover con algo de fuerza. El bus va más lento que de costumbre porque hoy le dio a la gente por usar todas las paradas y el conductor se tomaba su tiempo para arrancar luego de cada una. Yo me encuentro justo en el pasillo recostado de un lado de la ventana, al frente mío están la joven del bolso gris y pelo negro, y la abuela con su nieta -en ese mismo orden-. Noto que la chama del bolso está revisando algo, lo que buscaba era un libro y al cabo de pocos segundos lo encuentra y procede a leer, el libro se veía muy bueno, me armé de valor, y me decidí a hablarle, después de todo, no podía ser un día totalmente malo, y no tenía nada que perder.


  • ¿De qué se trata el libro?
  • Es sobre un misterio policíaco, escrito por Agatha Christie.
  • Se ve interesante -le sonreí, y ella me sonrió de vuelta - ¿Eres muy lectora?, ¿No es así?
  • Me encanta leer, siento que me aleja de este horrible mundo -hizo una pausa, sentí que se sonrojaba-, debes creer que estoy loca.
  • Le sonreí de vuelta, me reí y le dije, -no vale, por supuesto que no creo eso.

      Luego de un rato, noto que la gente disimuladamente se pone a señalar algo -o a alguien-, suspiran entre sí, algunos se ríen, otros sin embargo prefieren mirar para el otro lado. Cuando volteo para ver que es, me fijo que del otro lado del autobús, el hombre que se había montado de último en la parada en la que yo me subí, tenía el bolso de oficina en el piso y, para mi asombro, se encontraba hablando solo: Reía, decía chistes, y tenía la mirada fija frente a él. Me daba asco mirarlo, la gente lo observa como si fuera una visión fantasmagórica, al principio algunos lo ven como un espectáculo de circo, pero empieza a tornarse bastante incómodo para todos, especialmente la niña que estaba frente a el, asustada por aquella visión horripilante.

       El hombre empieza a hablar más alto y a reír con más fuerza, ya no podía soportarlo más, me generaba un asco y una repugnancia increíbles, volteo para alejarme de esa hórrida escena. Me observo a mí mismo en el reflejo de la ventana, está lloviendo con más fuerza, no soporto la imagen de aquel hombre, pero nada me prepararía para lo que iba a ver a continuación, pues cuando me fijo en el reflejo del hombre en la ventana del autobús, noto con gran desconcierto que ya no está hablando solo sino que por el contrario me está mirando fija y fríamente, con una mueca de repulsión en el rostro, entonces me volteo para ver la expresión de la joven que me acompañaba, y ver si necesitaba ayuda para superar aquella visión siniestra, pero para mí desgracia, descubro con un horror que aun hoy me hiela la sangre que no solo no había nadie allí, sino que en su lugar encuentro frente a mí la mirada de una niña que me observa terriblemente asustada y desconcertada, pues resulta que el loco siempre había estado hablando solo frente a ella, el loco era yo...                                                                                                                                                                         
                                                                                
                                            
                                                                                                                                                D.e.i.r.

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